5 septembre 2013

Cosmogonía segun el pueblo Japones



Kobayashi Eitaku, Izanaji e Izanami, 1885

El Cielo y la Tierra eran uno. Una masa informe que no albergaba vida alguna y que flotaba en el espacio como lo haría una medusa en el océano. Con el tiempo, la parte considerada pura se disocio de dicha unidad y vino a formar lo que es el Cielo; el resto, aglutinado mas abajo como masa viscosa, formo la Tierra.

Esta ultima todavía era informe y se desplazaba dulcemente por el Eter. Ningún astro iluminaba aun el cielo que permanecía vacío, a excepción de las miríadas de estrellas que titilaban. Los primeros dioses (Kamis) hicieron su aparición en el cielo repentinamente: nadie sabe de donde vinieron, solo que aparecieron espontáneamente.

En dicho instante fueron tres: Amano Minakanushi no Mikoto (Augusto Dios del Centro del Universo: creador de la estrella del norte), Takami Musubi no Mikoto (Augusto Dios Creador de Maravillas) y Kami Musubi no Mikoto (Dios Creador de Tesoros).

Mas sus existencias fueron breves y desaparecieron sin dejar trazo alguno.

Luego, de una rama de bambú nacieron dos nuevos dioses que conocerían una suerte parecida a la de los tres primeros.

Después de estos dos dioses aparecerían otros. Siete parejas de dioses para ser mas exactos. Pero pronto llegaron a ser solo seis las parejas de dioses, los dos primeros -la primera pareja de dioses- desaparecieron de igual forma sin dejar rastro. Las parejas restantes decidieron alojarse en la Vía Láctea. Inmediatamente se pusieron a trabajar con el fin de construir su nuevo reino.

En común acuerdo entre ellos, la ultima de las parejas fue encargada de la tarea mas compleja: construir y dar forma a aquella masa viscosa que había sido llamada Tierra. Así, Izanaji (el hombre que invita, El Primer Hombre) e Izanami (la mujer que invita, La Primera Mujer) se dirigieron a la Tierra equipados con una lanza de oro (Ameno Nuboko), que estaba cubierta con piedras preciosas.

Estos dos dioses encarnaban la perfección física: Izanaji el barbudo de largos cabellos, grande y dotado de una gran fuerza. Izamani, la mujer mas bella que alguien pudiera ver, de rasgos extremadamente finos, de rostro blanco y de silueta que no podría ser mas graciosa.

Izanaji sumergió su lanza dentro de la tierra y comienza a mezclarla con fuerza. Pero al retirar la lanza una gruesa gota cayó en la superficie del agua formando un islote. Se dice que esta es la isla de Onogoro.

Ambos dioses miraron largamente observando su creación: de inmediato los seres comenzaron a poblar el islote y los dos dioses contemplaban como se reproducían. De hecho, hasta ese entonces ellos eran ignorantes de las cosas del amor. Decidieron por tanto presentarse en el islote.

Izanami estaba muy feliz: la creación era magnifica y por ello se puso a reír. Izanaji también reía. Aquello no dejo de llamar la atención al resto de los dioses que se hallaban en la Vía Láctea.

Vinieron pues a ver que pasaba y encontraron a Izanaji e Izanami sentados sobre esa roca, el islote recién creado. Ellos se preguntaron como podía una simple roca provocar tal alegría. Los dioses decepcionados regresaron a sus quehaceres en su reino de la Vía Láctea.

Izanami ya no vería de la misma manera a Izanaji: estaba perturbada por su belleza, su presencia y su fuerza. Ella le preguntó si el querría desposarla. Este sin dudar aceptó casarse.

Todo pudo haber sido para mejor pero su primer hijo fue una especie de gusano horrible. Se desembarazaron de dicha abominación metiendo esta en una embarcación  hecha de juncos. El segundo hijo fue igual de monstruoso.

Ante el fracaso decidieron ir donde los otros dioses. Para ello debieron regresar al reino que había sido construido en la Vía Láctea y llamado Takamanohara.

La pareja mas anciana les explicaron que su matrimonio era la fuente de todas sus desdichas: de hecho, solo Izanaji (el varón) podía pedirle a la diosa matrimonio. Ellos decidieron por tanto permanecer en la residencia de los dioses.

Ellos se encontraban muy malhumorados y no se hablaban. El tiempo paso e Izanami se recordó de la maravillosa época cuando iniciaron sus primeras travesuras.

Ella comenzó a correr y para descendió hasta llegar a su islote. Izanaji la vio y la encontró tan bella y radiante que la siguió.

El pequeño pedazo de tierra se encontraba para ese momento, vestido de un lujoso manto de verdor. Izanaji estaba alterado y concentrado en este jubilo que había hallado, y le preguntó a Izanami si querría desposarse. Ella le respondió con una gran sonrisa y volvieron a unirse.

La maldición había sido rota. Sus nuevos hijos fueron en principio: la primera Awaji, después Shikoku, siguió en ese orden Oki, Kyushu, Iki, Tsushima, Sado y Honshu. Luego de ellas nacieron seis nuevas islas seguidas despues por mas de 3000 pequeñas islas.

Así nació Japón también llamado Wakoku.

Pero los jóvenes esposos no quedaron solo en esto. De ellos nacieron todos los dioses que pueden encontrarse sobre la Tierra: los dioses de los arboles, de las montañas, de las rocas, de las plantas y de las flores, de los mares, de los lagos y los ríos.

El primero de esos vástagos fue Owatatsumi el señor de los océanos. Después Izanami trajo al mundo a Kamihaya Akitsu Hiko quien controla las tierras y Haya Akitsu Hime quien controla la superficie del mar. Luego aparecieron una gran multitud de dioses.

Despues, Izanami trajo al mundo al dios del fuego Kagutsushi no kami. Mas el parto fue terrible e Izamani muere brutalmente quemada por su progenie.

Justo antes de entregar su alma, de su boca salieron Kanayama biko y Kanayama hime (dios y diosa del metal) así como Haniyasu biko y Haniyasu hime (dios y diosa de la tierra).

El Reino de la Sombra estableció así su nuevo hogar. A causa de ello, le muerte y sus consecuencias (la descomposición y el duelo) hicieron su aparición.

Su esposo,loco de furia y rabia, decapita con su espada Totsuka no Tsurugi a Kagutusuhi el dios del fuego: la sangre que brota de la herida abierta da nacimiento a tantos nuevos dioses por cada gota que cayó al suelo.

Extracto del Kojiki.  Japón 712 AD

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